Trabajar, estar
ocupado con la mente y con el cuerpo, sentirse útiles y necesitados y ser
capaces de sustentarse, contribuye a
fortalecer la identidad y hace que la gente sea más feliz.
Se trata de trabajar
con pasión en lo que a cada uno le gusta y le haga la vida más llevadera; ya
que hay que tener en cuenta que el que tiene un trabajo debe pasar más de una
tercera parte del día haciendo eso.
El trabajo
convierte a las personas en seres independientes y libres de tomar sus propias
decisiones.
Sin embargo, hay
muchos que no quieren comprometerse con un trabajo, ni para hacerse cargo de su
propia subsistencia, ni para mantener a su familia.
Antes de la revolución
industrial, en Europa, la gente adinerada que pertenecía a la nobleza, o sea
los terratenientes, vivían sin trabajar. O sea no hacían nada, ya que tenían
administradores que les arrendaban sus tierras y vendían sus cosechas; o bien
vivían de las cuantiosas herencias de sus ancestros.
En esos tiempos,
para esa clase social trabajar era indigno y mal visto porque mostraba que la
persona no tenía recursos.
Pero las cosas
cambiaron cuando los pequeños comerciantes comenzaron a formar las primeras
industrias, dando lugar a una nueva y numerosa clase social acomodada, sin
títulos de nobleza pero con mucho dinero en el banco.
Los aristócratas
que no trabajaban se dedicaban al arte, la música, el teatro, viajaban de una
residencia a otra, o hacían grandes fiestas en sus enormes mansiones.
Con el tiempo todos
esos palacios se quedaron sin personal de servicio ya que gran parte de la
gente comenzó a trabajar en las fábricas.
La era industrial empobreció a los dueños de los grandes palacios que
poseían vastas extensiones de tierra que producían poco, de manera que al no
poder mantener ni vender sus propiedades, las abandonaron.
Mucho tiempo
después, algunos de esos palacios fueron comprados por sumas irrisorias por
grandes cadenas de hoteles, ya que a
nadie le interesaban esas propiedades, y fueron transformadas en hoteles de
lujo.
La revolución
industrial convirtió al trabajo en una actividad digna que le permitía a la
gente ser personas libres.
Hoy en día el
trabajo le permite al hombre construir su propio destino y dedicar su vida a
hacer lo que le gusta.
Pero no todos
tienen un buen trabajo que les permita vivir dignamente, principalmente
porque para eso hay que estar suficientemente preparado.
Quien no sabe hacer
nada no puede aspirar a tener un buen trabajo ni hacer lo que le gusta; tiene que contentarse con conseguir ocupaciones
ocasionales o hacer tareas menores rutinarias y tediosas.
Nuestra sociedad
necesita ciudadanos que estén dispuestos a formarse adecuadamente para acceder
a las mejores ocupaciones y así poder vivir una vida digna.
Por eso, es
imprescindible que todos los niños puedan asistir a la escuela y que más
adelante tengan la oportunidad de aprender el oficio que les gusta o de
estudiar y obtener un título académico para ejercer la profesión que elijan.
Un adulto sin
formación de ninguna clase está expuesto a las adicciones y a vivir en la
indigencia; o a caer en la delincuencia; sin embargo, existen organizaciones
que pueden ayudarlo a cualquier edad a decidirse a estudiar una carrera o a
aprender un oficio para poder insertarse
en el mundo laboral con mejores perspectivas y poder avanzar en la sociedad en
que vive si desea elegir el camino correcto.
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