QUIEN MANDA EN ESTA CASA

    En la edad de piedra los humanos vivían desnudos, se refugiaban en cavernas y antes de descubrir dominar el fuego cazaban animales y los comían crudos.  Vivían en manadas y muchas veces se enfrentaban a otras manadas de humanos de otras regiones que se atrevían a invadir su territorio.

   Por muchos siglos el humano fue una especie animal más en la naturaleza, pero según la Teoría evolucionista de Darwin con el potencial de elevarse de sus instintos y evolucionar para adaptarse.

   Desde un principio, el varón superó en tamaño y fuerza a la mujer y esa condición, indudablemente, fue la que contribuyó a definir los roles entre los grupos humanos.

   En nuestro cerebro primitivo todavía existen rasgos y tendencias propias de los hombres y mujeres de las cavernas, sólo que en aquella época difícilmente haya existido alguna duda sobre el rol de cada uno y sobre la aparente primacía de poder del hombre sobre la mujer.

  Esa primacía masculina duró muchos siglos;  recién a partir de la Revolución Industrial fue cuando la mujer comenzó a desempeñar roles que antes de eso eran propios de los hombres.

   Es cierto que el hombre tiene más tamaño y más fuerza que una mujer pero también es cierto que la mujer lo supera en astucia y sagacidad.

   El hombre domina y ordena,  todavía condicionado por su cerebro primitivo,  pero es definitivamente la mujer la que lo convence y la que decide. 

   Por lo tanto, toda mujer debe saber que es inútil ganarle al hombre una batalla con sus mismas armas, sino que tiene que utilizar su poder femenino de convencer,  haciendo creer al hombre que la decisión  fue de él.

  Para lograrlo, una mujer debe centrarse en sus objetivos y no en los medios para conseguirlos y esto no es fácil, porque el orgullo de haber ganado una batalla conyugal lo desean ambos y esto es lo que provoca las rupturas irreparables: querer que el otro reconozca que está equivocado.

   Perder de vista los objetivos con una perspectiva más amplia y no reducida a una discusión puntual que ponga en evidencia quién es el que manda, parece ser hoy en día la conducta preferida de la mujer en su relación de pareja, simplemente porque ninguna mujer quiere respetar las reglas de juego.

  No podemos hacer nada con los patrones de comportamiento que hemos heredado de nuestros ancestros más antiguos, porque la mujer, además de querer mandar, también no puede evitar desear que el hombre la proteja y la cuide.

   Tanto el hombre como la mujer en estos tiempos viven en una contradicción.  El hombre no quiere hacerse cargo de una mujer y sus hijos por el compromiso y la responsabilidad que representan, pero a  la vez quiere ser el que manda y la mujer quiere que el hombre la cuide a ella y a sus hijos pero a la vez quiere demostrar que es ella la que manda.

  Las mujeres son las que tienen que dar el primer paso, dejando el orgullo de lado y sin olvidar sus objetivos, dos estrategias de guerra que dan resultado, porque usando su inteligencia pueden conseguir todo lo que quieren.

Malena Lede