En la historia universal han existido líderes con manía de grandeza, que no les bastaba con liderar a sus propios pueblos sino que además deseaban conquistar el mundo.
El deseo de poder en los humanos suele no tener límites cuando existen algunos egos que tienen que probarse a sí mismos que valen.
Esa falta de confianza los hace cometer verdaderas atrocidades y a pesar de conocer las tristes experiencias que han tenido que vivir tantos pueblos debido al insaciable deseo de poder de tanto dirigente inescrupuloso, se siguen repitiendo historias.
La religión, sin duda, le da a la vida verdadero sentido, pero también ha servido para que ocurrieran sucesos muy sangrientos; y lo que debería ser una libre decisión se convierte entonces en una obligación, algo que hay que creer porque alguien con poder así lo decide.
La libertad es el bien más preciado que debería tener el hombre, libertad para poder pensar, decir, hacer, trabajar y de llegar a ser quien cada uno es.
Sin embargo, en el nuevo siglo, todavía existen países sometidos a la voluntad de sus líderes que son los únicos que tienen libertad de elección.
En esos países, pensar diferente significa la muerte, dejar huérfanos a los hijos y muchas veces sin sustento.
La religión es obligatoria, como si fuera tan fácil obligar a alguien a creer hoy en día, cuando sólo vemos matanzas, persecuciones, crueles venganzas y el más vil egoísmo.
Cuando todos creemos haber avanzado en la historia de la humanidad, nos damos cuenta que muchos todavía siguen siendo víctimas del terrorismo, de políticos desquiciados y de delirantes que desde la cima del poder someten a sus pueblos que viven manejados por el terror.
El deseo de poder es más fuerte que cualquier otro deseo humano y hace que una persona sea capaz de utilizar cualquier recurso para mantenerse en él, aunque represente la pérdida de muchas vidas humanas.
Pero no sólo la política otorga poder en este mundo, también el dinero es un recurso que le puede permitir a una persona acceder a una posición de privilegio e imponer su voluntad.
El dinero abre muchas puertas y permite acceder a funciones de alta jerarquía desde las cuales se puede ejercer poder de muchas maneras.
Hoy en día las fortunas cada vez son más grandes y hasta llegan a ser incalculables; pero también aumentan los pobres cada vez más pobres y esta desigualdad promueve la violencia.
Aunque el verdadero peligro de los hambrientos de poder es que siembran las bases de nuevas contiendas bélicas, cuando todavía permanece sangrando la herida de los millones que han muerto en combate.
El hombre aún conserva su instinto depredador que puede llevarlo a dejar de lado sus propios valores e introducirse en un laberinto que sólo lo llevará a matar y a dañar la naturaleza.
La razón tiene que ganarle la batalla a los instintos y permitir de esa forma un cambio de conciencia que produzca el milagro de lograr la paz y llegar a aprender a resolver con creatividad e inteligencia cualquier conflicto.
Malena Lede
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