DESPUES DE LA PANDEMIA - CAPÍTULO II

 

EL  MIEDO  AL  CONTAGIO 

   El miedo es una emoción básica humana que nos preserva de los peligros que pueden acecharnos; es diferente del miedo patológico que paraliza y no permite el crecimiento y desarrollo normal de una persona privándola de  muchas experiencias de la vida por evitar enfrentarlas.

  Tener miedo no evita por sí mismo las situaciones que se temen, al contrario,  disminuye las defensas y quita la espontaneidad;  y en el inútil afán de evitar lo que se teme expone a sus víctimas a sufrir otros daños colaterales aún más peligrosos que  puede llevarlas a dañar a personas inocentes para defenderse de ataques imaginarios.

  El miedo al contagio no evita contraer una enfermedad, solamente provoca a la persona  una desproporcionada inquietud y una obsesión por cuidarse que llega a dificultar su normal modo de vida, a aislarse de todos y a renunciar a cualquier actividad que implique un posible contacto humano que le pueda transmitir la enfermedad que tanto teme.

  El miedo nos quita la libertad y nos convierte en esclavos de todo lo que tememos.

  En este caso específico del temor al contagio,  el miedo es inútil porque  nos hace más vulnerables.

  Por esta razón  en estas circunstancias, lo mejor es tener cuidado, evitar las aglomeraciones, usar barbijo, lavarse las manos repetidamente y principalmente,  completar el protocolo de vacunas.

   Después de la pandemia de Covid19, hay que continuar con la vida normal y dejar de pensar en ello porque también existen otras gripes endémicas, que en su momento provocaron muchas víctimas mortales, así como muchas otras infecciones estacionales, o traídas de otros países del mundo en los numerosos vuelos internacionales. 

  Aunque preferiríamos ignorarlo, la experiencia nos muestra que el solo hecho de vivir en una gran ciudad resulta ahora, tanto o más peligroso que contraer el virus Covid 19. 

Estar  totalmente seguros se está convirtiendo en una utopía, ya que se producen más muertos por accidentes de tránsito que por enfermedades transmisibles.

   El mal humor, las peleas hogareñas, los problemas económicos o laborales, las frustraciones, las desilusiones bajan nuestras defensas inmunológicas y nos hacen más propensos a enfermarnos de cualquier cosa.

   La alegría, el optimismo, el buen estado de ánimo ayuda a tener buena salud al margen de los posibles problemas que nos amenacen.

   La vida tiende al desarrollo y a la expresión de las potencialidades pero cuando los individuos se sienten aislados, llenos de dudas, miedos y desconfianza, surge en ellos un impulso destructivo que nubla su razón y que los convierte en presa fácil para las enfermedades.

  Cuando nos liberamos del miedo nos despojamos de una pesada carga y es cuando por fin aceptamos la providencia, sin oponerle resistencia

   Así, el cielo se aclara, la luz de la inteligencia nos ilumina y podemos seguir transitando por la vida totalmente entregados a ella.

  No hay garantías pero nos protege la sensación de no estar totalmente solos, de que de algún modo un hilo delgado nos separa de las tragedias y no permite que nos alcancen; y que si pensamos en positivo podemos cabalgar sobre la buena onda que es la que hará posible que alcancemos nuestras metas.

  El pensamiento es como un imán que atrae lo que se le asemeja y el miedo es el que crea los pensamientos negativos provocados por la confusión y el caos.

  El coraje es lo opuesto al miedo y es lo que nos ayuda a cumplir nuestras metas y a poder seguir adelante.