DESPUÉS DE LA PANDEMIA

 


CAPÍTULO VII


LA CIUDAD CAMBIA


   Poco a poco la gente en la calle comienza a transitar sin el acostumbrado  barbijo; a pesar que en pleno invierno en el hemisferio Sur  ese odiado  tapabocas puede protegernos bastante del viento helado.

   Muchos negocios cerrados, muchos comerciantes que no pudieron aguantar el alquiler sin vender nada y negocios que se animan a iniciar un nuevo emprendimiento, las mesas llenas en los bares, incluso las que están en la calle, aunque haya bajado la temperatura a nueve grados.

   Las calles vuelven a llenarse de gente como antes, la mayoría gozando con renovado interés al volver a ver lo que tanto extrañaban y que la privación volvió más importante.

  Cuando todos estábamos anestesiados por la ceguera de lo cotidiano y todo pasaba desapercibido, ahora parece imprescindible, atractivo y necesario y la ciudad nos responde con entusiasmo.

  Negocios que vuelven a abrir sus puertas, algunos con otros dueños porque los que estaban no pudieron sobrellevar la crisis, más movimiento, mayor circulación de vehículos y los mismos ruidos molestos de una ciudad populosa y siempre en crecimiento.

  Todos hemos comprobado que es cierto que la vida real puede tornarse de un día para otro en un calvario y que cualquier situación inesperada puede cambiarlo todo, destruir proyectos, quebrar al más fuerte y terminar con toda esperanza, ya sea  una pandemia devastadora como la que hemos padecido, una guerra inconcebible que todavía amenaza al mundo o una catástrofe natural inevitable; sin embargo y a pesar de todo, aunque parezca imposible,  la humanidad sigue manteniendo viva la esperanza.

 Es muy difícil aceptar la realidad como es, imprevisible, y seguir viviendo como si nada, por eso a la gente le gusta el cine o el teatro, porque pueden elegir ver la parte entretenida de la vida sin los inusitados imprevistos de la realidad que no están escritos en el libreto.

  Poco a poco, a medida que vamos retomando la rutina, nos vamos acostumbrando a volver a vivir como antes y poder frecuentar a los que queremos sin culpa y sin barbijo.

  Todavía hay mucha gente que se sigue cuidando, aun cuando hoy 17 de junio a las 12 de la noche quede caduca la restricción de entrar a los lugares cerrados sin barbijo.

  No obstante, los barbijos pasarán de moda y dejarán de confeccionarse, aunque haya muchos que quieran seguir usándolos por las dudas, no sea que una nueva cepa nos sorprenda y tengamos que volver a recurrir a ellos.

  Vivimos en un mundo demasiado informado y como la mala noticia es la que vende estamos destinados a experimentar sin anestesia desgracias ajenas y todas las catástrofes que ocurren en todas partes del mundo.

  Puede que haya muchas personas amantes del peligro que si no lo experimentan no se sienten vivas, nadan en zonas donde abundan los tiburones, se aventuran viendo a los volcanes desde adentro, les encantan las montañas rusas, se lanzan desde un avión sin abrir el paracaídas para experimentar la caída libre hasta estar próximos al suelo, esquían en zonas montañosas inexploradas, gente que arriesga su vida de esa y de otras formas, batiendo records, siempre tratando de probar algo y sentirse mejor consigo mismos.

  Es una forma de vivir al límite que a la mayoría de la gente difícilmente le interese porque está demasiado ocupada en ganarse la vida, una vida que ya incluye emociones inesperadas que son más difíciles de superar que las aventuras que se atreven a vivir los amantes del peligro.