Arte Espontáneo I


En el desierto de Nevada, en Norteamérica, en el valle de la muerte, todos los años, se lleva a cabo un evento extraordinario de creatividad y arte espontáneo, "el festival del hombre en llamas".

Una enorme cantidad de carpas y casillas rodantes se congregan desde hace 17 años en ese lugar donde no hay expectadores sino sólo participantes.

El campamento está diseñado como una esfera de reloj que rodea un escenario y el tema de este año es el cuerpo humano.

Los asistentes a este festival son profesionales de diversas disciplinas o personas que habitualmente desarrollan actividades comunes, pero que a la vez tienen inquietudes artísticas, y que concurren para equilibrar sus vidas o buscando inspiración.

Crean un oasis en el desierto, decorándolo en forma desopilante con originales obras inéditas.

Reina en esos pocos días gran camadería entre los concurrentes que despliegan su buen humor y ocupan el espacio con las ideas más descabelladas, recuperando el sentido de la genuina diversión.

Pinturas gigantescas, dragones, enormes esculturas, miniaturas, máscaras, música y baile, son manifestaciones que representan un entretenimiento y un ritual; y un muestrario de colores, brillos y formas se transforma en una experiencia creativa y catártica.

La idea de quemar una gran estructura humana gigantesca tal vez sea la necesidad de mostrar la impotencia que siente el hombre para expresar sus emociones.

Las noches se iluminan con luces de neón igual que en las grandes urbes desde donde vienen y cada uno desarrolla su propio espectáculo en un lugar donde no hay ningún teléfono que funcione porque son todos de utilería.

Es un lugar muy relajado y calmo donde la gente se siente como en su casa y donde se puede expresar en forma inusual.

Se hace una fiesta para la prensa donde desfilan los personajes más extravagantes con extrañas máscaras y exuberantes cabelleras.

Los artistas ofrecen arte interactivo de calidad, con una actitud de apertura a cosas nuevas, y cada obra es el resultado del trabajo de mucha gente.

No es un lugar comercial porque nadie vende nada y todos los contactos son sin interés; porque no hay agentes ni corredores ni intermediarios.

A pesar del gentío el lugar luce impecable, los cuidadores aportan asistencia a los que la necesitan y reparten botellas de agua.

Hay más gente blanca que de color, dicen que porque los blancos son más ricos pero más pobres espiritualmente y por eso necesitan más estar en el festival, que además representa una oportunidad para fortalecer las relaciones existentes y para lograr nuevas.

Cuando finalmente se encienden los fuegos de artificios todas las obras se queman en el ritual de la hoguera, símbolo de la celebración.

No hay violencia ni agresividad, sino la alegría de la fascinación por el fuego.

En forma inexplicable, la gente abandona el desierto dejándolo intacto, todos se llevan su basura y hay voluntarios que ayudan a terminar esa tarea.

Las fogatas se hacen sobre bases metálicas para no dañar el suelo de modo que todo queda como estaba.

Más de 25000 personas parece que no hubieran estado allí.