Los errores





Las personas que se han destacado en sus vidas hasta el nivel de llegar a ser conocidas aún por generaciones posteriores, consideran al error como  fuente de sabiduría, de aprendizaje y de conocimiento, una oportunidad; nos recuerda que no somos infalibles, que siempre ignoramos algo, que no podemos saberlo todo; ya que sin errores tampoco habría aciertos, y porque además nadie es perfecto.

Veamos qué dicen algunos de nuestros ancestros y también personas que aún siguen en este mundo que han hecho o están haciendo,  como todos en la vida, lo que pueden.

“Cometer un error y no corregirlo es otro error”. Confucio.

“Es mucho más fácil detectar el error que descubrir la verdad; el error se encuentra en la superficie y no cuesta demasiado dar con él; la verdad descansa en las profundidades y explorarla no está al alcance de cualquiera”. Goethe.

“Todos los hombres pueden caer en un error, pero sólo los necios perseveran en él”. Cicerón.

“Si no te equivocas de vez en cuando, quiere decir que no estás aprovechando todas las oportunidades”. Woody Allen.

“Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia”. Ramón y Cajal.

“Prefiero los errores del entusiasmo a la indiferencia de la sabiduría”. Anatole France.

“Los hombres se equivocan con más frecuencia por ser demasiado listos que por ser demasiado buenos”. Bernard Shaw.

“Sólo el hombre íntegro es capaz de confesar sus faltas y reconocer sus errores”. Benjamín Franklin.

“¿Para qué repetir los errores antiguos habiendo tantos errores nuevos que cometer?”; Bertrand Russell.

“El único error de Dios fue no haber dotado al hombre de dos vidas: una para ensayar y otra para actuar”. Victorio Gassman.

El error está desvalorizado, sin embargo tiene el valor de hacernos tomar conciencia de nuestra insignificancia y a no creernos dioses.

Darse cuenta de haber errado y reconocerlo en público es señal de inteligencia, taparlo demuestra poca autoestima, cuando ésta depende de nuestros aciertos.

Reconocer nuestros errores nos hace más humanos, porque el don del libre albedrío nos expone a equivocarnos si no hacemos lo correcto; y echarle la culpa a otros de los errores propios es pretender hacer creer a los demás que uno es perfecto.

Si Dios nos dio la oportunidad de cometer errores no tenemos que preocuparnos por ellos, sino prestar más atención.


Los aciertos nos hacen más vanidosos, los errores nos hacen más humildes.