Publicado el 2008/11/13 por Psicóloga Malena Lede
Adolescentes difíciles
Christian tiene 13 años, tiene una hermana mayor y sus padres están divorciados desde hace muchos años, pero tuvieron serios problemas de relación desde antes de nacer él, principalmente a partir del embarazo de su madre.
Después del divorcio sus padres volvieron a hacer pareja, el padre y su pareja tuvieron dos hijas y la madre con la suya, una hija que tiene ahora cinco años.
Christian vivió una etapa muy difícil con la separación de sus padres. Tuvo dificultades de aprendizaje en la escuela y problemas de conducta y fue derivado a un grado de recuperación atrasándose un año su nivel escolar. Sin embargo es un niño muy inteligente, condición que revelaron los tests que se le administraron para realizar un psicodiagnóstico.
Vivió hasta los 12 años en la casa de su madre, durante los cuales la pareja se disputó su custodia, pero finalmente hace un año, de común acuerdo y por su voluntad se fue a vivir a la casa de su padre, pasando los fines de semana en la casa materna.
Es un niño muy demandante que se aburre habitualmente y se entretiene molestando a su hermana menor, provocando situaciones que a la madre le resultan difíciles de manejar.
No tiene amigos y actualmente concurre regularmente al colegio secundario que queda cerca de la casa paterna, con resultados aceptables.
Los fines de semana la situación se ha tornado tan insostenible que la madre decidió no aceptarlo más en su casa, por el momento.
Pero como no está segura de esta decisión me consulta si su conducta es la correcta.
Teniendo en cuenta los antecedentes de este niño y de su familia, considero que no es recomendable rechazarlo, ya que es precisamente lo que él sospecha, y lo que precisamente lo tiene preocupado y molesto.
Los celos de su hermana menor y su vivencia de falta de pertenencia al hogar de su madre, que ahora lo rechaza, lo convencen que no es querido como él necesita; y esto es lo que hay que revertir para evitar problemas en el futuro aún mayores.
Su mala conducta es un intento de llamar la atención de alguna manera, la única que conoce y que a pesar de no darle resultado, reitera.
Cambiar las cosas no es fácil porque requiere por parte de la madre renunciar a reaccionar en la forma que desearía, cambiar de comportamiento y adoptar una actitud de aceptación y comprensión, poniéndose en el lugar de su hijo que se siente desplazado, como si estuviera de más y fuera mejor que no existiera.
Reaccionar es actuar desde un nivel bajo de conciencia, porque si reflexionamos vemos las cosas desde otra perspectiva, además de la nuestra y probablemente evitaremos cometer errores, porque los errores causan sufrimientos.
La madre deberá favorecer el establecimiento de un mejor vínculo con ella, y un modo efectivo puede ser mediante el juego.
Proponerle jugar al ajedrez o a las cartas un rato cuando está en su casa, puede resultar operativo, pero sólo los dos como una manera de tener algo juntos que favorezca la comunicación y la posibilidad de lograr intimidad.
Un lapso breve de tiempo haciendo algo juntos bastará para que el niño sienta que es tenido en cuenta, que él también existe en ese pequeño universo donde él pretende integrarse de algún modo.
Y cuando la madre sienta que las cosas se escapan de sus manos y no sepa cómo actuar, en lugar de recriminarle su mal comportamiento o juzgarlo, tiene que aprovechar esa oportunidad para abrazarlo y decirle que lo ama; sin interpretar este problema como una carga sino como un desafío.
Ver también: Niños indomables Niños terribles
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