Adolescentes Fuera de Control



En el mundo familiar del adolescente los enfrentamientos son frecuentes porque no siempre la familia entiende el proceso de cambio que está experimentando.

El adolescente comienza este período evolutivo percibiendo el mundo desde una perspectiva diferente, tiene que hacer el duelo por los padres que había idealizado en la niñez y siente la necesidad de cuestionar sus ideologías, sus sistemas de valores y sus formas de ver el mundo.

Los padres también tienen que hacer el duelo por la pérdida de ese hijo pequeño que los amaba sin condiciones y que ahora ha crecido y parece un extraño que los odia.

El adolescente es inestable debido a los cambios biopsicológicos que experimenta, por la inseguridad que le provoca el ambiente social y por su torpeza y dificultad de adaptación frente a las exigencias de su nuevo rol.

El continente más adecuado para él está representado por el grupo, donde puede proyectar las distintas partes de él mismo e identificarse con sus miembros, y aprender a asumir su propio rol y poder decir lo suyo, en un ambiente de pares diferente al de sus padres, sin ser juzgado o criticado.

Para los padres su hijo adolescente los descoloca, no saben cómo tratarlo porque todo esfuerzo parece vano, es difícil entenderlos, hacerlos felices o llegar a lograr con ellos una sana convivencia.

En esta etapa el joven se atreve a desafiar a sus padres para diferenciarse y descubrir su propia identidad, adoptando actitudes agresivas, vocabulario grosero y vulgar, negándose a higienizarse, no respetando rutinas ni horarios, o bien exagerando sus hábitos de limpieza y su perfeccionismo y exigiendo a los demás lo mismo.

Es probable que comparta ideologías extremas porque un adolescente es extremista y omnipotente y es el momento en que está dispuesto a cambiar el mundo.

En esta etapa, en una sociedad compleja, el adolescente es muy vulnerable, porque es común que se sienta desdichado por no lograr lo que desea en forma imperiosa, que es sentirse seguro, y tener la libertad para poder actuar como un adulto.

Hasta los 18 años los padres tienen que hacerse cargo de la conducta de sus hijos, luego de esa edad un adolescente ya es responsable de sus actos y adquiere su emancipación en muchos aspectos.

Antes de esa edad ambos progenitores son los que tienen el control de sus hijos en el hogar y los encargados de poner las reglas y hacerlas cumplir con firmeza; y si quieren ser respetados también deberán cumplir con sus obligaciones como padres.

Es imprescindible que tanto el padre como la madre formen un equipo que se mantenga unido y que se apoye mutuamente en sus decisiones, aunque estén separados o divorciados; y ningún padre deberá desautorizar al otro frente a sus hijos, aunque no esté de acuerdo con su postura, siendo la conducta apropiada hablar en privado sobre sus divergencias.

Los adolescentes fuera de control son los jóvenes que tienen padres permisivos que nunca les han puesto límites; padres que por alguna razón se niegan a cumplir su rol; y ese rol familiar que no se cumple es una posición que nadie puede reemplazar.

Podrá haber algún sustituto que se haga cargo de los menores, si los padres están ausentes, pero su rol será diferente, no será el mismo rol del padre o de la madre, será el rol que corresponde a un sustituto del progenitor que falta.

Un adolescente necesita ser amado y comprendido y deberá recibir el reconocimiento por sus logros aunque sean mínimos.

Se educa a un hijo desde que nace, no con palabras sino con el ejemplo y tanto las reglas como los límites deben existir en el hogar desde el primer día.