Las fiestas de fin de año nos hacen engordar, porque además de comer de más, se toma de más y se consumen dulces y golosinas que no forman parte de nuestra dieta durante el año.
La señal de alarma se enciende cuando nos miramos al espejo de perfil y no encontramos nada en nuestro placard para disimular las redondeces que pugnan por sobresalir imprudentemente de nuestra figura idealizada y perdida.
¿Qué hacer frente a una mesa bien tendida con toda clase de comidas exóticas esperando ser degustadas?
En primer lugar no hacer papelones tratando de que todos nos compadezcan si se enteran que estamos haciendo régimen; porque esa noticia producirá un escozor en todos los presentes, incentivarán su culpa y tratarán de imitarnos disimuladamente ingiriendo todas las ensaladas a la vista y dejando el lechón para el día siguiente.
Deberemos ser bien educados y probar una cucharada de todo, con dignidad y respeto por los que cocinaron que desean saber cómo les salieron sus platos.
Se puede, porque de otra manera no hay régimen que pueda mantenerse si en una oportunidad ocasional nos privamos y nos comportamos como faquires.
La dieta hay que hacerla en casa, no cuando nos invitan afuera o estamos en una fiesta. Lo más importante es tener conducta, no exagerar repitiendo platos, picoteando como gallinas aquí y allá engañándonos a nosotros mismos.
La mejor manera de adelgazar es comiendo ordenadamente una comida saludable y variada, no dejando de comer y pasando hambre, porque entonces nos inflamos y desinflamos como un globo y no podemos mantener el peso.
Después de las fiestas hay que retomar el ritmo cotidiano de normalidad y volver a hacer actividad física, porque más importante que la comida es el movimiento.
Mientras tanto, aceptemos el cuerpo que supimos conseguir y vivamos felices con él, porque los que no aceptan su esquema corporal tienen problemas de identidad que se traduce en falta de confianza en si mismos, baja autoestima, depresión, agresividad, mal humor y malestares diversos, que afectan toda la personalidad y sus relaciones personales.
Pero si aumentamos de peso, no hay que agrandar nunca la ropa. Usemos esos pantalones o polleras olvidados que alguna vez nos quedaron grandes y que aprovechamos para usar después de las vacaciones, o de las fiestas de fin de año.
Ni tampoco eliminemos de nuestro placard, alguna de las cosas lindas que nos quedan chicas, porque aunque sea remota la posibilidad de volver a medir dos o tres talles menos, la esperanza no hay que perderla.
Un nuevo año es una oportunidad para prometerse a si mismo ser moderado en todos los aspectos, porque la moderación es sabiduría y además nos permite estar más flacos.
Es recomendable tener botiquines de auxilio en la heladera para cuando el hambre arrecia, por ejemplo, yogurt descremado, queso blanco y fruta de estación, y en la cafetera abundante café, que satisface y a la vez nos mantiene alertas.
No olvidar que estar ocupado es lo esencial, porque el peligro comienza con el aburrimiento. Son esos momentos en que para matar el tiempo se nos ocurre abrir la heladera para hacernos un sándwich y creando así el condicionamiento.
Hay muchas otras cosas que se pueden hacer en lugar de comer, como darse un baño, arreglarse las uñas, ver una película, leer un libro, escribir un mail, salir con una amiga, jugar al solitario, arreglar un placard, hacer el amor, etc. etc.
Y una cosa más, no se puede hacer ninguna dieta si no se aprende a hacer las compras y a cocinar; porque la comida hecha tiene mucha sal, aceite y grasa y generalmente incluye alguna forma de hidrato de carbono.
Y si el exceso de peso es muy grande lo mejor será pedir ayuda, ir a un dietista y concurrir a reuniones de personas con sobrepeso, porque sólo es casi imposible lograrlo, principalmente porque requiere un cambio de conducta para siempre.
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