El que juega a las cartas sabe que no se pueden cambiar las reglas de juego después de iniciado el juego, porque las reglas deben ser consensuadas por todos los jugadores, antes de empezar a jugar. Caso contrario se producirán fricciones, altercados, discusiones, peleas y caos entre los participantes.
Algo muy parecido pasa en otros ámbitos de una sociedad, como parejas, familias, grupos, partidos políticos y en toda organización que se considere democrática.
Sin embargo, lejos todavía está el día en que todos acepten leyes escritas y reglas de juego y no traten de transgredirlas aunque hayan sido consensuadas.
Los cambios en una sociedad, como en la naturaleza, son lentos. Cuando se produce una brusca alteración en el ambiente natural pueden ocurrir muchas desgracias, como pasa después de un terremoto, una inundación, etc., fenómenos naturales que no se pueden prevenir.
Lo mismo sucede en toda sociedad que sufre guerras o revoluciones que dejan como saldo pérdida de gran cantidad de vidas y mucha destrucción.
Luchar por ideales es justo y necesario, pero nadie tiene el derecho de no respetar el orden establecido para poner sus propias reglas y pretender difundirlas ignorando leyes o reglamentos ya existentes.
Esto es contrario a lo que la mayoría quiere, que es vivir en paz y ser respetada.
Hay sacerdotes que luego de hacer sus votos de santidad, después de unos años toman la decisión de abandonar el sacerdocio y formar una familia, y eso es aceptable si es lo que desean, pero hay otros que eligen luchar para cambiar las reglas de la institución religiosa a la que pertenecen porque no se ajustan a sus intereses.
La vida es cambio y los cambios son necesarios, pero las opiniones de personas individuales no cuentan si no se tiene acceso oportunamente a las posiciones adecuadas para participar en la toma de decisiones, que es el ámbito donde se acuerdan y se resuelven esas cuestiones.
Si esa moción no consigue apoyo yendo por la vía recta, será porque todavía no es el momento o porque habrá motivos de peso para mantener las cosas como están y no modificar nada. Mientras tanto, si alguien decide hacer la carrera de sacerdocio será con esas reglas de juego y si no, tendrá que dedicarse a otra cosa.
Las noticias de la prensa amarilla nos cuentan que en un país occidental, el presidente electo por el pueblo, de estado civil casado en segundas nupcias con su actual mujer, una bella modelo con un frondoso pasado, se sospecha que está cometiendo adulterio, conducta que parece ser habitual en él ya que ese mismo delito fue la causa de su anterior divorcio.
Aparentemente su esposa por su lado estaría haciendo lo mismo, declarando frente a los periodistas que antes de su matrimonio nunca había sido monógama.
Me pregunto qué ejemplo está dando a sus ciudadanos, el presidente de esa nación, al transgredir impunemente la ley y con qué autoridad puede obligar a su pueblo a cumplirla.
Cada uno debe conocerse a si mismo para no asumir responsabilidades que no está seguro poder cumplir, porque su debilidad se pondrá de manifiesto y el fracaso no podrá eludir.
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