El
acoso en la vida real a veces se combina con el acoso cibernético mediante la
grabación de escenas de violencia que luego se suben a Internet; y puede realizarse a través de correo electrónico, por medio
de mensajería o por teléfono móvil a cualquier hora del día.
El
alumno que es acosado en la escuela tiene una mayor probabilidad de ser acosado
virtualmente. La víctima sufre esta forma de violencia que lo puede llevar a aislarse y a
obstaculizar su rendimiento escolar.
Algunas de estas personas han llegado a suicidarse luego de ser humilladas en público por sus
compañeros.
El
acoso cibernético es una nueva forma de violencia psíquica entre menores de
edad que puede tener graves consecuencias. Se caracteriza por la interacción de insultos y por el hostigamiento a
través de cientos de mensajes humillantes por distintos medios de comunicación.
Otra
forma consiste en pegarle a un compañero para divertirse mientras otro graba la
escena para colgarla luego por internet.
Es
la cobardía llevada al extremo para promocionarse, considerando el agresor que esa acción le proporciona prestigio entre
sus pares.
Otros
envían mensajes ofensivos usurpando la identidad de la víctima, provocándoles
muchos problemas con sus amigos, compañeros de clase y familiares.
Los
ataques virtuales aún están libres de sanciones ya que la investigación es
escasa y no se le da importancia a la magnitud de este fenómeno.
El
acoso virtual tiene sus ventajas, es anónimo y tiene gran eficacia, se pueden
propagar rumores, emitir noticias falsas, decir mentiras o trucar fotos.
Como
la víctima no está presente y el ataque no se produce cara a cara, la violencia es mayor porque no puede ser
inhibida por la indefensión de la víctima.
Estos
acosadores virtuales suelen presentar problemas psíquicos y sociales mayores
que el resto de sus compañeros de clase. Por lo general ocultan una baja autoestima y buscan notoriedad,
desean parecer impasibles y poderosos y actúan movidos por el aburrimiento, la
envidia, los celos o la venganza.
Estas
son las conclusiones de un grupo de investigadores de la Universidad de
California en Riverside logradas mediante una encuesta que realizaron en 2005 con 3300
alumnos.
Los
jóvenes que fueron acosadores, posteriormente mostraron mayor falta de respeto
por las normas y otros comportamientos problemáticos con respecto a quienes no tenían esos
antecedentes.
Los
acosadores deben ser denunciados a las autoridades de la escuela, no para ser
sancionados sino para analizar los problemas que los han llevado a esa conducta
con el objetivo de que comprendan el daño que están haciendo y puedan reconciliarse con la víctima.
Este
método fue presentado en distintas escuelas de Alemania y la mayoría de los
casos se pudieron resolver a corto plazo.
Mientras
tanto, los padres tienen que estar atentos frente a cualquier sospecha de acoso
cibernético. Animar a sus hijos a hablar
de su problema. Proponerse el objetivo de terminar con el acoso. Ayudar a la víctima antes que dedicarse a castigar
al agresor. Buscar soluciones
alternativas en lugar de ocuparse en hacer justicia, reconociendo que el
agresor también es alguien que tiene problemas.
Fuente:”Mente
y Cerebro” No.48; “Mobbing 2.0”; Dieter Krowatschek, psicólogo escolar y
maestro.
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