La
posibilidad de jugar que tiene un niño es de suma importancia para su
desarrollo social, emocional y cognitivo; siendo el juego libre e imaginativo
el esencial.
Tanto
los niños como los animales jóvenes que no juegan, pueden tener problemas de
adaptación y de ansiedad en la adultez.
El
juego de los niños estimula su inteligencia y reduce el estrés y según diversos
estudios realizados, la falta de juego en la infancia junto con el maltrato
constituyen dos variables que deterioran el desarrollo.
El
juego de los niños y de los animales puede ser una herramienta eficaz para
sobrevivir y reproducirse.
Actualmente
los padres priorizan para sus hijos las actividades estructuradas y dejan poco
margen para el juego libre que beneficia la creatividad, la cooperación y la
conducta social.
El
juego también ayuda a mantener el bienestar y el buen estado de la mente y del
cuerpo.
La
disminución del juego libre en los niños dio lugar en distintos países a la
aparición de organizaciones destinadas a proteger, preservar y promover el
juego como el derecho fundamental de todos los niños.
El
juego libre no cuenta con reglas establecidas de antemano, por lo que exigen mayor
imaginación y creatividad, ensayar roles y probar distintas actividades que
desarrollan los adultos.
El
juego libre es voluntario, se desarrolla en un ambiente relajado y carece de un
objetivo productivo o claro.
Las
habilidades sociales se adquieren interactuando con los pares durante el juego y no con la
información que brindan los adultos.
A
través del juego los niños desarrollan la capacidad de saber esperar, de compartir, de
hacer justicia, de aceptar los deseos de los otros, de ser constantes y de
negociar.
Para
que un juego sea divertido la comunicación es esencial, habilidad social que
probablemente sea la más importante de todas.
La
falta de juego puede ser un obstáculo para el desarrollo de la capacidad de
resolver problemas.
Según
un estudio realizado por el equipo de Jaak Panksepp, neurcientífico de la
Universidad estatal de Washington, se puede inferir que el juego es el
mecanismo más importante que interviene en la relación de las regiones
superiores del cerebro.
A
través del juego imaginativo y libre los niños también construyen fantasías que los
ayudan a atravesar momentos difíciles.
Jugar, hace que los niños sean más listos porque fomenta el pensamiento creativo.
En
cuanto a los adultos, jugar es importante para la mente y el cerebro.
Estar
siempre concentrado en el trabajo puede agotar y hacer infeliz a una persona,
sin ni siquiera darse cuenta de ello.
Existen
tres formas de incorporar el juego a la vida de un adulto:
1) Juego
corporal: Realizar una actividad que exija movimiento activo sin presiones de
tiempo y sin el objetivo de conseguir resultados.
2) Juego
con objetos: usar las manos para crear algo para divertirse.
3) Juego
social: realizar actividades sociales sin propósito aparente, para conversar y
pasar un buen rato.
Las
peleas de niños también ayudan a aprender a resolver problemas.
Según
investigadores de la Universidad de Washington, jugar parece también ayudar a
desarrollar el lenguaje, a entrenarse para lo inesperado y a fomentar la
flexibilidad.
El niño que no juega se pierde valiosas experiencias de aprendizaje.
Fuente:
“Mente y Cerebro”; No.46; “La importancia de jugar”; Melinda Wenner Moyer.
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