Las
relaciones entre padres e hijos adultos que son demasiado estrechas, sin
respeto por los espacios que necesita cada uno,
suelen ser muchas veces motivo de
divorcio.
Madres
que han consentido y mimado a sus hijos varones hasta la exageración, difícilmente
renuncian a entrometerse cuando esos hijos forman su propio hogar, haciéndolos
sentir ingratos e insensibles cuando se rebelan.
Un
padre de familia puede desprenderse de los hijos con mayor facilidad dado que
su relación con ellos generalmente es muy distinta, pero las madres a veces
pueden llegar a convertirse en verdaderos problemas para sus yernos o nueras.
Una
mujer joven no puede competir con una veterana que se jacta de saberlo todo, y que
cocina como un chef, con la ventaja que
su comida es además de gratis, rica y
abundante.
En
cambio, una esposa inexperta apenas logra preparar algunos huevos fritos que
siempre se le rompen y completar el menú con ayuda del “delivery” que la salva
de naufragar en la cocina en el mar de sus propias lágrimas.
El
hombre que ha sido demasiado atendido por su madre, es probable que pretenda el
mismo trato por parte de su mujer, por lo que las comparaciones serán
inevitables, así como las escenas de celos y las continuas discusiones.
Estos
hombres es posible que recién en su vida de casados tengan que verse obligados
a pedir la comida afuera, cuando llegan con hambre y la heladera les ofrece un
panorama desolador como para desalentar al más optimista.
Hacer
la comida cuando se llega cansado del trabajo no es algo placentero para nadie,
sin embargo, se impone la necesidad de
aprender a cocinar algo rico en poco tiempo.
Afortunadamente,
las parejas jóvenes suelen turnarse para cocinar ya que ambos trabajan y están
igualmente cansados después de estar todo el día en una oficina.
Es
común que las tareas hogareñas se compartan entre los dos integrantes de la
pareja y que inclusive los chicos ayuden
con el arreglo de sus habitaciones, pongan la mesa y hasta laven los platos.
Pero
una madre sobreprotectora que aún no ha podido elaborar la pérdida del hijo o
la hija que se ha casado, puede no compartir el estilo de vida de los jóvenes y
manifestar abiertamente su preocupación por la salud y el bienestar de sus
nietos, causando malestar entre ellos y generándoles sentimientos de culpa.
Es
difícil independizarse de los hijos adultos, aunque esa independencia signifique para los padres la posible aventura de intentar restaurar su relación
de pareja cuando ésta ha sufrido el deterioro que les han producido las obligaciones y el cuidado de
los hijos.
Tener
hijos independientes, que felizmente ya
no cuenten más con sus padres para cubrir sus necesidades, es una verdadera
bendición, porque permite a los progenitores lograr su propia independencia y ser
libres para intentar comenzar una nueva vida en común solos. Pero aferrarse a
ellos es pretender detener el tiempo y reiterar una etapa ya cumplida, que puede
poner en peligro los hogares de sus hijos.
Los
suegros tienen que tener la suficiente sabiduría para mantenerse a una
distancia prudencial, ni tan lejos que suponga indiferencia, ni tan cerca que
llegue a invadir la intimidad de sus hijos.
Siempre
será preferible que mantengan el perfil bajo, intereses propios y una vida social
independiente, que suponer como algo natural que tienen que compartir todo.
Juntos
pero no revueltos, unidos pero no mezclados, o sea, inteligentemente separados.
MALENA
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