Casi todos los que escriben para otros desean más
que nada ser leídos y entendidos.
Un escritor no puede evitar revelar implícitamente en
sus escritos lo que piensa; porque es lo
que realmente desea compartir, convencido de que de algún modo puede ayudar a
los que tal vez dudan de sus propios saberes e intuiciones.
Sin embargo, casi todos los días, sentada frente a
la computadora, tengo que enfrentar una inevitable
lucha interna. ¿Escribo para intentar
captar la atención de la mayoría que se satisface leyendo siempre lo mismo, o
lo que me gustaría escribir y de paso darle la oportunidad al público joven de
ampliar su perspectiva y aprender a volar más alto?
¿Está preparada la juventud para leer algo diferente
que la haga pensar y la incentive a incursionar
en terrenos desconocidos, o el miedo a ser diferente no le permite salir de lo trillado y
convencional que es lo que por lo
general consume la mayoría?
La naturaleza ahorra energía siendo simple y
eligiendo las soluciones más económicas, pero las personas son más complicadas,
se bloquean frente a los obstáculos y
buscan desesperadamente a alguien que les diga qué hacer.
La creatividad y la reflexión parecen ser cosas del
pasado y ahora haberse convertido en la práctica de sólo unos pocos que luego las
venden a los consumidores ávidos de soluciones fáciles.
La gente quiere resolver sus conflictos con recetas,
salir de las encrucijadas haciendo lo que hacen otros y vivir su vida con
pautas aprendidas tratando de evitar a toda costa pensar por sí misma y sin atreverse
a utilizar su propia libertad de elección.
Es innegable que también ahora, las decisiones
vienen envasadas, congeladas y listas para el consumo.
En la época del facilismo ¿quién es el que quiere
asumir la responsabilidad de elegir su propio destino sin algo de ayuda?
De esa manera es como se favorece el surgimiento de regímenes políticos paternalistas que prometen solucionar
todos los problemas pero que lo único que hacen es asegurarse cuantiosos
ingresos para pasarla bien el resto de sus vidas.
Los noticieros, que se manejan con el rating,
invaden nuestra privacidad con las manifestaciones más deplorables de la
conducta humana, los crímenes más aberrantes, los escándalos de los famosos, la
triste intimidad de quienes desean trascender a cualquier costo; porque esto
parece ser lo más visto.
Eso es lo que se vende, o sea lo que prefieren mirar
muchos, tal vez con la oculta avidez de deleitarse viendo cómo se atreven otros
a hacer lo que secretamente les gustaría hacer a ellos.
Pero son pocos los que se arriesgan a innovar, porque las leyes del
mercado son estrictas y exigen que nunca se abandone un éxito, y porque aunque se haga siempre lo
mismo, la gente se renueva y no se da cuenta que se trata de cosas repetidas.
Sólo cuando no existe un alto compromiso económico
se puede ser libre de cambiar y atreverse a hacer algo diferente.
Por eso este es el medio ideal que permite hacer lo que a
uno le gusta cuando no hay relación de dependencia alguna, porque entonces la lucha es sólo con uno mismo.
Pero no tienen que preocuparse mis lectores habituales, seguiré escribiendo lo que parece que le gusta a la mayoría y de vez en cuando intercalaré algún artículo inesperado que si se atreven a leer los obligará a intentar pasar a otro nivel de conocimiento casi sin darse cuenta y los ayudará a ser más exigentes,
Malena Lede - Psicóloga
Pero no tienen que preocuparse mis lectores habituales, seguiré escribiendo lo que parece que le gusta a la mayoría y de vez en cuando intercalaré algún artículo inesperado que si se atreven a leer los obligará a intentar pasar a otro nivel de conocimiento casi sin darse cuenta y los ayudará a ser más exigentes,
Malena Lede - Psicóloga
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