Sigmund Freud afirmaba que los individuos que viven
en una sociedad civilizada necesariamente son neuróticos, porque las relaciones
sociales obligan a enfrentar el conflicto entre lo que desean hacer y lo que la
sociedad espera de ellos.
La decisión es difícil porque hacer lo que uno desea
y no cumplir con las expectativas, puede afectar las relaciones y hacer que un
individuo inseguro se sienta rechazado, pierda la confianza en sí mismo y también
su autoestima.
Los humanos son seres sociales que crean lazos de
afecto con quienes los rodean; a cambio, esperan recibir su afecto y consideración.
Ser amado al nacer, es una necesidad básica humana tan importante
como ser alimentado, y según cómo ha
sido esa experiencia, así será la capacidad de un individuo de amar, al crecer y madurar.
La pérdida del amor o la estima es la amenaza que se
cierne sobre la mayoría cuando frente a una exigencia desmedida se atreve a
decir que no. Sin embargo, decir que no
en circunstancias que comprometen nuestro bienestar, puede ser una cuestión de
defensa propia, cuando las exigencias externas nos obligan a renunciar a
nuestros propósitos.
No siempre estamos en condiciones de satisfacer las
demandas de los demás, sin embargo, muchas veces somos capaces de resignar
nuestras propias demandas internas para cumplir con ellos.
Cuando esta actitud es cotidiana y se transforma en
parte de nuestro carácter, se pueden crear las condiciones para sufrir una
neurosis.
Una neurosis suele producir síntomas físicos que
están expresando el conflicto entre lo que se desea, que se ha reprimido y lo que se cree que se debe
hacer.
La amenaza de la pérdida del amor es importante para
toda persona pero también lo es poder hacer lo que desea para su propio
bienestar y equilibrio psíquico.
En una sociedad civilizada la libertad de todo
individuo termina donde empieza la
libertad de los demás, por eso es necesario utilizar el propio discernimiento
para evaluar desde una perspectiva realista y equilibrada la decisión que
corresponde en cada circunstancia sin sacrificar los propios intereses y sin
perder la autoestima y el respeto por uno mismo.
Para poder discernir en forma coherente sobre una
situación dada es necesario partir de un marco de referencia estable, que
respete los propios valores y utilizar la fuerza del carácter para mantener
firme la propia convicción, liberándose de las dependencias y siendo capaces de
tomar decisiones responsables.
Nadie puede acusarnos de mala fe o egoísmo si
actuamos de forma racional y coherente con nuestra propia forma de pensar.
Estar
siempre disponible para hacer la voluntad de los demás puede estar indicando la intención de negociar el amor y hasta el
secreto propósito de obligar a los otros a brindarnos su atención.
No
se puede asociar el amor con la servidumbre y creer que nos querrán más si
cedemos a los caprichos por miedo a perder el amor.
Se
puede aprender a decir que no sin que nos afecte emocionalmente, si estamos
dispuestos a valorarnos más y a creer más en nosotros mismos.
Malena
Lede - Psicóloga
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