El divorcio es una experiencia más de fracaso, y
como tal, puede producir dolor, culpa y
frustración, más aún en una sociedad que venera el éxito y margina a los
perdedores.
La felicidad sustentable de una pareja es una meta difícil
de alcanzar en un contexto que prioriza más el tener que el Ser y donde no
todos tienen las mismas oportunidades.
Una separación inevitable puede dejar a una persona
en una situación vulnerable en el momento de su vida tal vez menos oportuno
para enfrentar las pérdidas que esa situación implica.
Si bien es cierto que existen muchas parejas nunca que
nunca se divorcian también las hay que
sí lo hacen, aún habiéndose prometido amor eterno y con genuinas intenciones de
permanecer unidos para siempre.
Un hogar no es solamente un lugar donde vivir sino
un espacio para compartir con quienes se ama; un lugar de pertenencia que favorece la unión
de personas ligadas por genuinos lazos de afectos, valores, proyectos y una historia común.
Por esta razón, una separación es mucho más que eso,
es la pérdida del hogar para ambos, del estilo de vida, de amigos y de
parientes a quienes se verán obligados a renunciar; y de un modo de vivir juntos en familia, bajo
el mismo techo.
A veces las separaciones pueden ser decisiones ineludibles,
cuando existen motivos por demás justificados para eso, sin embargo, igualmente,
ese cambio producirá en cada uno de sus miembros una crisis que tendrá que
enfrentar y elaborar emocionalmente.
Una crisis es una situación de cambio que desestabiliza,
porque marca un punto de inflexión que
obliga a tomar otro rumbo; lo que suele provocar temor, inseguridad y
desesperanza.
Para muchos será un momento difícil de enfrentar,
pero para otros puede significar un desafío y un nuevo crecimiento.
A veces, esta apertura también se logra sin destruir
la pareja, cuando ambos pueden
permitirse cambiar y permitirse ser libres para su propio crecimiento y
desarrollo.
Pero si se llega al divorcio, y es vivido como el
fracaso de un ideal, puede generar mucha
hostilidad y manifestarse con agresiones o con una depresión.
Los fracasos atentan contra la autoestima por eso es
común tratar de minimizarlos o negarlos, pero no siempre son totalmente
negativos, porque con ellos se puede aprender y crecer.
La vida es cambio; y no es una línea recta, a veces
es necesario tener la flexibilidad necesaria y la fortaleza para modificar el
rumbo y cambiar.
Malena Lede
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