Un niño violento se convierte en un adolescente más
violento aún, cuando en su entorno
familiar se viven situaciones de violencia, en una sociedad donde los hechos de
violencia de multiplican día a día.
La adolescencia es una etapa de confusión y de
cambios orgánicos, físicos y psicológicos que exigen una gran capacidad de
adaptación para poder forjar una nueva
identidad como personas adultas. Es un
momento de la vida tormentoso y crucial en el cual los jóvenes no pueden
controlar sus impulsos, se sienten omnipotentes e intransigentes y suelen caer
en actitudes autodestructivas y dañinas.
Los padres pueden ayudar a sus hijos a vivir sin
violencia dándoles la oportunidad de crecer en un ambiente que les brinde
seguridad, valores firmes y afecto; porque uno no nace violento, la violencia
se aprende en el contexto en uno vive.
La falta de límites hace que los niños no aprendan a
controlar su temperamento y en la adolescencia no puedan controlar la
violencia.
El amor es la clave para lograr atravesar las
barreras de la comunicación que levantan los adolescentes, y el diálogo abierto
es el mejor camino para transmitir los valores humanos que los ayudarán a
formar una personalidad firme y segura.
La mejor manera de enseñar a los hijos es con el
ejemplo y la coherencia de la conducta, porque de nada sirve fomentar normas
que la propia familia no respeta.
Es necesario que los padres adopten una actitud
comprensiva frente a los cambios generacionales y puedan entender a sus hijos tratando
de ponerse al mismo nivel e intentando identificarse con ellos.
La brecha generacional se profundiza cuando se
compara una generación con otra, lo que
lejos de conciliar las perspectivas agudiza las diferencias.
Es importante para todo adolescente sentirse querido
a pesar de todo y saber que puede contar con el amor de sus padres sin
condiciones.
Los adolescentes reaccionan cuando no son
comprendidos, cuando se sienten presionados a hacer lo que no les gusta, cuando
no son respetadas sus inclinaciones y se los obliga a cumplir falsas
expectativas.
Un niño bueno y tranquilo puede convertirse en un
adolescente difícil, inestable emocionalmente, malhumorado y hostil con la
autoridad; y eso es normal y bueno, porque la adolescencia es la oportunidad que
todos tenemos para llegar a ser nosotros mismos.
Malena Lede –Psicóloga
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