La fatalidad es la ocurrencia de un hecho trágico
inevitable, de un acontecimiento imprevisible e inexorable, fruto de la adversidad.
Los hechos aciagos que cercenan la vida de muchas
personas en plena juventud, cuando la muerte suele ser aún una posibilidad
lejana, suelen plantear serios cuestionamientos filosóficos y mostrar la
irrelevancia que pueden tener las ambiciones, los planes y los proyectos,
cuando se toma conciencia de que la muerte puede sorprender a cualquier se
humano en el momento menos pensado.
Las estadísticas indican que el avión es el medio de
transporte más seguro que existe y esto lo prueban miles de aviones que despegan
en el mundo por día llevando con toda felicidad a una multitud de pasajeros hasta
sus destinos.
Sin embargo, los accidentes aéreos ocurren y se cobran la
vida y las esperanzas de muchas víctimas, dejando un tendal de hogares
destruidos y familias diezmadas.
Afortunadamente, los seres humanos contamos con la fortaleza
necesaria para enfrentar en esta vida cualquier adversidad y esta capacidad es
la que nos ayuda a recuperarnos de cualquier tragedia.
Estamos de paso, sin embargo, todos nos aferramos a
la vida con la vana idea de inmortalidad y enfrentamos los acontecimientos como
si fuéramos a vivir siempre.
La primera reacción es cuestionarse y horrorizarse
por los trágicos e inevitables hechos que arrebatan la vida de quienes se aman.
Pero luego, cuando el tiempo ayuda a metabolizar los sucesos, surge
milagrosamente en toda persona la fortaleza interna y los necesarios recursos
que le permitirán sobrellevar las fatales circunstancias vividas e inclusive con el
tiempo, adaptarse a ellas.
Cada uno encontrará el consuelo que necesita para superar
la ausencia, reconciliarse con la vida y para poder seguir viviendo.
Malena Lede - Psicóloga
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