Ya todos sabemos que los noticieros televisivos se alimentan de malas noticias y que toda buena noticia no vende; esto ocurre porque la mayoría de nosotros se detiene frente a la pantalla del televisor cuando aparece una mala noticia de último momento.
Esto ocurre no porque seamos sádicos sino porque somos curiosos por naturaleza, y queremos saber todo lo que sucede, aún si se trata de graves accidentes, de horribles crímenes o de pavorosas catástrofes.
El haber ganado el Premio Nobel de la Paz, para el resto del mundo, no es un mérito que merezca estar en la primera plana de los diarios ni siquiera en los noticieros de la noche.
Por eso son muchos los que prefieren salir del letargo que produce la monotonía cotidiana escuchando y viendo las noticias, o sea todo lo que hacen los que son capaces de transgredir las normas, cometer delitos graves y reírse de sus víctimas mientras el resto cumple con sus obligaciones, ama a su familia, estudia, trabaja y se esfuerza para mejorar su condición y la de sus seres queridos.
Los delincuentes están convencidos de que jamás podrán salir de su pobreza siendo buenas personas y entonces eligen delinquir, o sea la manera más peligrosa para su seguridad e integridad física, que no siempre garantiza bienestar económico.
Ellos creen que vivir al margen de la Ley es tarea fácil, que hacerse una posición eligiendo el mal camino para conseguirla resulta mucho más sencillo, sin embargo, también para ser un delincuente es necesario ser muy inteligente, tener mucha destreza física, aprender perfectamente el oficio y no tener miedo de perder la libertad o la vida. Porque todo delincuente está arriesgando su vida todos los días y más si por perezoso no se molestó en aprender muy bien su oficio.
No existe ninguna ocupación que genere dinero que no exija estar bien entrenado; de modo que cuando se toma la decisión de pertenecer al mundo del hampa también hay que estar dispuesto a hacer muchos sacrificios.
Sin contar que un delincuente puede ser objeto de traiciones, estafas, engaños y mentiras por parte de sus secuaces y que estará obligado a tratar con toda clase de personas inescrupulosas, también estará destinado a sentirse siempre solo aunque esté en compañía.
Sin duda, estamos en un mundo en que hasta para ser delincuente hay que luchar contra viento y marea y competir con otros de la misma calaña; sin poder echarle la culpa a nadie por esa decisión, porque elegir el mal es una elección propia.
Los delincuentes también suelen ser alcohólicos o adictos a algún estupefaciente y muchas veces, su carrera delictiva, no tiene el objetivo de salir de la pobreza y hacerse una posición en la vida sino poder continuar con sus adicciones.
Ser pobre no justifica la delincuencia, porque la historia nos muestra que la gran mayoría de los grandes hombres que alcanzaron la gloria fueron muy pobres y que esa pobreza precisamente fue la que los inspiró y les dio la fuerza y la inspiración para trascenderla.
Si pensamos que vivir es la oportunidad que tenemos de llegar a Ser quiénes realmente somos, desarrollando todas nuestras habilidades y capacidades, lo único que realmente hay que hacer en este mundo es conocerse más a sí mismo.
Malena Lede
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