CAPÍTULO VIII
LA GUERRA
En cierta ocasión, el célebre científico
Albert Einstein (1879-1955) se interesó en conocer el punto de vista
psicológico del famoso psicoanalista Sigmund Freud, sobre el problema de la
guerra; y si se podría evitar a los
hombres ese nefasto destino.
Para satisfacer el interés de Einstein,
Freud le escribió una carta, que figura en
el tomo III de sus Obras Completas, Capítulo 167, con el título “El porqué de
la guerra”, tratando de explicarle su postura al respecto, que a continuación
intentaré resumir.
En principio, los conflictos entre los
hombres son solucionados mediante el uso de la fuerza, tanto en el reino animal
como entre los hombres.
Los primeros grupos humanos que existieron
obedecían las órdenes de quien, entre ellos,
tenía mayor fuerza muscular; pero posteriormente la fuerza bruta fue
reemplazada por herramientas, o sea que el que ganaba era el grupo que tenía
mejores armas y lograba eliminar al
enemigo.
La muerte del oponente satisfacía una
necesidad instintiva, que además evitaría nuevos enfrentamientos, serviría de
escarmiento y evitaría la venganza. De
esa manera, dominaría el de mayor poderío, con la fuerza bruta o la
superioridad intelectual.
En el curso de la evolución la violencia es fortalecida
por la unión de varios aliados que desde ese momento representarán el derecho.
Tanto Einstein como Freud coinciden en
sospechar que existe un instinto de destrucción que inspira a los hombres y que
facilita sus acciones.
Para Freud, según su teoría, existen dos
instintos básicos en los hombres, uno que tiende a conservar y a unir y otro
que tiende a destruir y a matar, o sea amor y odio, atracción y repulsión.
Cualquiera de estos dos instintos, de vida y
de muerte, es tan imprescindible como el otro ya que de su acción conjunta
surge la vida; mientras los ideales sirven de pretexto, llámense libertad,
patria, ideas, o religión.
Ya en ese entonces Freud pensaba que incluso
quienes esperan eliminar la violencia
asegurando la satisfacción de las necesidades básicas humanas, se mantienen bien armados y fomentando el
odio, para mantener unidos a sus partidarios.
Para Freud, la solución ideal sería la
existencia de una comunidad que esté dispuesta a someter sus vidas a la
dictadura de la razón; pero al mismo
tiempo reconoce que esto es una utopía.
Pensaba que posiblemente la actitud cultural
y el temor a las consecuencias catastróficas que podría acarrear una guerra,
finalmente desalentarían los enfrentamientos bélicos, porque es cierto que todo lo que contribuye a
la evolución cultural influye en contra
de la guerra.
Dejando a Sigmund Freud de lado, todos
creemos que una guerra puede matar a millones de personas; como ocurrió tanto
en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial y en otras contiendas.
Sin embargo, se pudo comprobar, que fueron
muchos más los combatientes que murieron de enfermedades transmisibles,
infecciones, pestes de todo tipo y también por falta de atención médica que por
las bombas y las balas de sus enemigos.
Este fenómeno inquietaba a los científicos de
esa época quienes se esforzaron para encontrar soluciones desde su ámbito para
evitar tantas muertes inútiles, debido a las pésimas condiciones de vida en las
trincheras llenas de agua contaminada con gran cantidad de bacterias.
En 1922, Sir Alexander Fleming, (1881-1955)
médico y científico británico, Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1946, trabajando
como bacteriólogo, descubrió la lisozima, sustancia presente en nuestro cuerpo
con gran poder antimicrobiano.
Interesado en la búsqueda de una sustancia
que destruyera las bacterias causantes de infecciones graves, logró la
penicilina por casualidad, mientras trabajaba con un cultivo de bacterias.
Había dejado el laboratorio por unos días y cuando volvió, encontró con
que las muestras que estaban en la probeta cubiertas de hongos de la cepa
Penicillium notatum, y que esos hongos habían destruido las bacterias.
Con este descubrimiento se consagró en la
Segunda Guerra Mundial salvando la vida de miles de soldado y abriendo el
camino para la elaboración de nuevos antibióticos.
Lamentablemente el abuso del uso de
antibióticos hizo que las bacterias se volvieran más resistentes debilitando
sus efectos, fenómeno que ya él había advertido.
Publicar un comentario
Muchas gracias por participar de este espacio!
Ver Comentarios
Muy bueno el artículo!!!! Sobre todo el enfoque de Freud. 👏👏👏👏👏
ResponderEliminar