Estaba el alma de Jorge Luis Borges esperando su turno para ser atendido en la antesala del Paraíso, cuando se dio cuenta que justo a su lado estaba también el filósofo Nietzsche haciendo lo mismo.
Se miraron perplejos y se reconocieron, porque en la Eternidad no existe el tiempo.
Ambos pensaron que ese era el último lugar donde hubieran podido imaginar estar, algún día, dado que ambos por igual estaban convencidos que no existía más nada después del último suspiro.
Dijo Borges: - No puedo creer que me esté pasando esto, cuando toda mi vida renuncié a la idea de la eternidad y viví amargado, sin atreverme a imaginar la trascendencia del alma de otra manera que no fuera pegada a un cuerpo de carne y hueso.
- Es verdad, le contestó Nietzsche, , - yo tampoco me permití el beneficio de la duda y siempre pensé que la vida era una pasión inútil. Por eso, fui un hombre sin fe, pregonando a los cuatro vientos estas ideas y ahora veo qué diferente hubiera sido todo para mi si hubiera podido creer que todo continuaba en alguna parte.
- Querido Nietzsche, - Yo viví torturado por el tema de la muerte y el sentido de la vida y aunque me daba cuenta del orden natural y de los actos heroicos de los hombres defendiendo ideales incomprensibles, me aferré a mi incredulidad que era sólo una cara de la moneda y rechacé la otra cara que ahora vemos y que no podemos dudar que existe.
- Así es mi querido Borges, que en ese caos que los humanos tuvimos que experimentar en el planeta Tierra, debido al ejercicio del libre albedrío, ahora desde aquí, podemos ver claramente la razón de la existencia, la búsqueda de significados y la idea de trascendencia de la gran mayoría, mientras otros, como nosotros, convencidos de la inutilidad de nuestros esfuerzos, tratábamos inútilmente de convencerlos que sólo eran ilusiones.
- Así es, mi estimado Nietzsche, con su célebre frase "Dios ha muerto", sus concepciones del superhombre, la voluntad de poder y el eterno retorno, que lograron dejar dejar atrás los racionalistas dominantes del pensamiento de su época, alcanzó la fama.
-Tiene razón mi estimado Borges, recién ahora puedo ver que mi soberbia no tenía límites, por eso me inquieta cual será mi destino y el de todo aquel que pretende ser dueño de la verdad más allá del mundo incomprensible en que hemos vivido.
Ahora me pregunto, ¿Dónde iremos a parar los incrédulos como nosotros y cómo será la eternidad en la que no creíamos? No quiero hacerme ninguna idea previa porque hasta el último momento de mi vida estuve equivocado; por eso ahora estoy dispuesto a entregarme a lo desconocido sin opinar nada.
-Tiene razón, yo también hice lo mismo, me negué rotundamente a aceptar la existencia de un Dios creador y la posibilidad de un Juicio Final para todos nosotros. Por eso, ahora, renunciemos a nuestra omnipotencia y a nuestros pensamientos inútiles y dejemos que nuestras almas nos guién.
Malena Lede
Cuento que participó en el Foro de Cuentos del Diario La Nación.
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