Vidas y Vueltas - Los Inmigrantes - Capítulo II




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Los primeros irlandeses llegaron al Río de la Plata con Pedro de Mendoza en el siglo XVI.

Fueron varias las razones que impulsaron a estos hombres y mujeres a abandonar su país natal. Una de ellas fue la persecución inglesa, otra, la lucha permanente para mantener la religión católica, pero el desencadenante más relevante fue la hambruna, debido al fracaso de las cosechas de papas diezmadas por la plaga, que asoló el territorio de Irlanda a mediados del siglo XIX.

En esa misma época y hasta fines de ese siglo, hubo una gran afluencia de inmigrantes irlandeses en Argentina que se radicaron al sur de Bahía Blanca. Casi diez mil almas ayudaron a poblar el país, permitiéndole ocupar el quinto lugar en el mundo con más descendientes empeñados en mantener un patrimonio cultural proveniente de la antigua cultura celta.

El abuelo de Martha, fue Patricio Murphy, un joven irlandés que fue obligado por los ingleses a los veinte años a subir a un barco por ser considerado un rebelde.

En esa nave, que no aseguraba a sus forzados pasajeros llegar a ningún destino a salvo, sólo había lugar para las privaciones. Esa travesía era un verdadero castigo y el verdadero propósito era que se hundieran en el mar.

Muchos morían durante el viaje y otros llegaban débiles y enfermos. Patricio sobrevivió la travesía y ni bien su barco tocó puerto, le fue asignado el Hotel de Inmigrantes, contando para enfrentar esa gran aventura con apenas unas monedas en los bolsillos.

Sin importar la cantidad de dinero que los irlandeses traían consigo, los criollos les otorgaban mil ovejas y una parcela de tierra. A cambio, se comprometían a pagar con el 66 por ciento de los corderos y la producción de lana. El resto, o sea la tercera parte, les quedaba para ellos. De modo que necesitaban por lo menos diez años para poder salir a flote.

Las condiciones de vida eran muy duras, vivían en ranchos precarios y tenían demasiado próxima la frontera con los indios, pero la estirpe irlandesa demostró tener las agallas como para enfrentar el desafío y animarse a poblar y hacer prosperar esas pampas.

Así, el irlandés tuvo que luchar a brazo partido en Argentina para salir adelante y orgulloso por mantener su cultura y sus costumbres; popularizó el sonido característico de sus gaitas, instrumento que pocos dominaban en este país, y los bailes típicos celtas, para fortalecer su identidad.

Martha debía enfrentar ahora una situación de desprendimiento y desarraigo, que aunque no se comparaba ni siquiera minimamente con la experiencia vivida por su abuelo, a ella se le antojaba similar a la de los inmigrantes que debían abandonar sus tierras para aventurarse rumbo a lo desconocido.


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Capítulo III - El almacén de Ramos Generales
Capítlo IV - La vida en Comodoro Rivadavia
Capítulo V - Los chicos crecen