Los Vecinos



Un departamento o una casa pueden tener un mayor valor de reventa si cuenta con buenos vecinos.

Un vecino ruidoso, que se acuesta tarde y que escucha música sin reparar en su volumen hasta altas horas de la noche, puede significar una pesadilla, mientras otros mejores dispuestos, mejor educados y más comprensivos hasta pueden en una emergencia salvarnos la vida.

Las pensiones familiares son lugares que tienen un menor nivel de intimidad de modo que los vecinos se suelen terminar convirtiendo con el correr del tiempo, en casi familiares.

Pero también puede ocurrir que las mujeres jóvenes puedan sentirse hostigadas por vecinos seductores, que imaginan que una mujer que vive sola es más accesible para la conquista.

La calle es una fuente de ruidos molestos sin la participación de los vecinos, porque los medios de transporte y los demás vehículos se encargan de ensordecer con sus sonidos propios, pero hay muchos que colaboran desde sus casas a empeorar esta condición y acostumbran a hablar a los gritos o ver televisión con el volumen al máximo.

Las ordenanzas municipales existen para transgredirlas porque existe la prohibición de ocasionar ruidos molestos en horarios de descanso, principalmente con el propósito de conservar la buena convivencia; pero muchos ignoran estas ordenanzas y se complacen en hacerles la vida imposible a sus vecinos.

Existen departamentos en la Capital Federal que son utilizados como prostíbulos y hasta ofrecen los servicios como masajistas, por medio de avisos en los diarios. Sin embargo, a veces resulta difícil probar esa actividad ilícita, ya que puertas adentro nadie tiene el derecho de violar la intimidad de un vecino a menos que cuente con una orden judicial.

También se utilizan departamentos y casas particulares para el juego clandestino y otras actividades de diversa índole penadas por la ley.

Las peleas entre vecinos muchas veces llegan al ámbito judicial, cuando se trata de usurpaciones, daños a la propiedad, abandono de persona, violencia familiar, hostigamiento, acosos, amenazas, etc.

Las reuniones de consorcio son un ejemplo de la poca capacidad de la gente para resolver sus conflictos comunes pacíficamente.

No es raro que esas situaciones terminen con agravios personales y hasta con agresiones físicas, demostrando de este modo el poco respeto a los demás, la falta de educación, el mal humor de la gente en general y la poca tolerancia mutua.

El modo que las personas aprenden a relacionarse en la infancia en sus hogares, donde muchos no conocen los límites o sufren carencias, abusos y frustraciones; y la necesidad de supervivencia, colman el nivel de resistencia de esta gente ante situaciones de estrés, llevándola a descontrolarse y a descargar su ira contenida ante cualquier experiencia adversa.

Incapaces de resolver las cosas con altura y exponer cada uno su punto de vista, escuchando al otro y tratando de ponerse en su lugar; y en lugar de negociar posiciones y encontrar puntos de coincidencia, se dedican a lanzarse mutuos insultos, que indican a las claras que cada uno no está defendiendo una postura sino que está atacando y se está defendiendo como persona en la discusión.

La gente dista mucho de ser madura y objetiva cuando se encuentra en una situación conflictiva con vecinos porque tiende a repetir el mismo patrón de comportamiento que tiene con sus familiares puertas adentro.

El individuo común se ha vuelto explosivo y estalla frente a cualquier mínima situación de conflicto, no respeta ningún código ni norma de buena convivencia y sólo está dispuesto a descargar su ira en forma irracional con cualquiera que se le oponga.

Es el modo de actuar violento e impaciente del que no cumple las reglas pero que se indigna cuando los demás hacen lo mismo.

Como en el hogar, una sociedad tiene que tener reglas claras y disponer de mecanismos para que sean cumplidas, para que no nos convirtamos en monstruos, deseosos de destruirnos unos a otros.