Antes que nada hay que saber que casi siempre
estamos solos aunque estemos acompañados; solos con nosotros mismos, con
nuestros miedos, con nuestras inquietudes, con nuestras expectativas, nuestras
dolencias y nuestras frustraciones.
Porque los demás no pueden vivir dentro de nosotros, piensan desde afuera
y califican las cosas desde sus experiencias de otro modo.
No se puede eludir asumir la edad porque
desde que nacemos, día a día estamos envejeciendo.
La edad avanzada es lo que llega a convencer a la gente que no es eterna y que algún día, si tiene la suerte de seguir viviendo será vieja.
Jung afirmaba que la vejez es la edad de la cultura, tiempo para comenzar a pensar en sí mismo, para alejarse de las obligaciones acostumbradas, para tener licencia para hacer por fin lo que se quiere.
¿Pero qué pasa cuando una persona de esta sociedad deja
de ser productivo? Muchos piensan que se vuelve prescindible, pasado de moda, inútil, torpe y aburrido, sin embargo, hoy en día es la etapa de la vida más larga que
permite hacer cosas diferentes sin pensar en su beneficio económico, entre
ellas el necesario viaje interior y el descubrimiento de sí mismo.
Muchos se pasan la vida
ahorrando dinero para la vejez en su afán de controlarlo todo y cuando llegan a viejos no encuentran en qué
gastarlo porque sus gustos han cambiado y disfrutan más de las cosas que no
tienen precio, como estar con la familia, disfrutar de una tarde de verano, de
una noche de Luna llena o de una puesta de Sol.
El descanso que tanto se merecen los mayores no
consiste en quedarse sentado o acostado para mirar el techo y no hacer nada,
significa tener la posibilidad de ser dueño del propio tiempo para hacer lo que
les agrada, todo aquello que no pudieron hacer cuando eran jóvenes y tenían más
responsabilidades.
Hemos aprendido a tener miedo de todo, miedo de
tomar decisiones, miedo de asumir riesgos, miedo a la enfermedad, miedo de
enfrentar situaciones difíciles o miedo a la soledad y a la muerte. El miedo nos paraliza y nos lleva a tomar previsiones innecesarias.
El miedo nos acompaña en todo momento de la vida a
todos lados siendo en esta etapa la emoción negativa más inútil porque si hay
algo que no podemos evitar es el paso del tiempo.
Cuando se envejece se adquiere el hábito de ir a la
farmacia sin escuchar qué es lo que está queriendo decir el cuerpo con sus
dolores y sus enfermedades; porque es el cuerpo el que envía los mensajes más
elocuentes de lo que hay que hacer para curarse.
Mejor que tomar medicamentos es esperar para ver cómo se las arregla el cuerpo para recobrar el equilibrio y prestar atención a qué es lo que están haciendo en sus vidas para perder la salud.
A veces sólo se trata de cambiar actitudes, hacer una dieta, modificar el orden de las prioridades o atreverse a hacer el cambio de rumbo necesario.
A veces sólo se trata de cambiar actitudes, hacer una dieta, modificar el orden de las prioridades o atreverse a hacer el cambio de rumbo necesario.
De cada uno de nosotros depende la actitud que
adoptemos ante el paso de los años.
Podemos decidir ir al médico y hacernos un chequeo a cada rato, someternos
a cirugías estéticas, atiborrarnos de nutrientes y complejos vitamínicos y
monopolizar las conversaciones contando las operaciones y los tratamientos. Pero también podemos
desarrollar nuestro potencial intacto y descubrirlo en el silencio de la
soledad que es la única forma de encontrarlo.
Hay viejos jóvenes y jóvenes viejos, es más una
cuestión de actitud que producto de la decadencia propia de los años, lo
demuestran personas que parecen no tener edad, que son las que siempre pueden seguir
aprendiendo y adaptándose a todo.
Malena Lede - Psicóloga
Publicar un comentario
Muchas gracias por participar de este espacio!