La falta de control de los impulsos afecta gravemente
la convivencia, disminuye las
oportunidades laborales y todas las relaciones.
Para vivir mejor, la templanza es el don que todos
deberíamos desarrollar para lograr dominar los impulsos; porque es el
descontrol el que provoca discordia.
Templanza es también lo que necesitamos cuando
tenemos que enfrentar eventuales situaciones que se oponen a nuestras
expectativas y nos frustran, y es la frustración la que genera violencia.
Todos estamos preparados para enfrentar experiencias
difíciles, la clave es ser capaz de tomarse el tiempo suficiente para
reflexionar y no dejarse vencer por los
impulsos.
La base de tener una conducta adecuada en cada
situación que se presenta es ser
conscientes de lo que está pasando sólo en ese momento, sin revivir
experiencias del pasado que son las que pueden perturbar la percepción de las
circunstancias presentes.
La templanza es el arte de la moderación y la
sobriedad; significa controlar los
deseos y subordinarlos a la razón en función al propio sistema de valores.
No se trata de ser cobarde y de renunciar a lo que se
desea por temor sino de atreverse a ser lo suficientemente valiente para ganar
la principal batalla que es la lucha con uno mismo. Además, la persona dominada
por sus propias pasiones no es un ser libre, es esclavo de ellas.
Es necesario saber qué clase de vida se desea tener
y qué estilo de vida se quiere elegir; imaginar cómo uno mismo quiere verse en
el futuro, y ser capaz de comprometerse con una forma de ver el mundo que fortalezca
los propios ideales y actuar en consecuencia.
La persona que se auto controla y logra desarrollar
la templanza puede sentirse segura de que será respetada, su palabra será siempre
bienvenida, generará confianza a su alrededor y nadie se atreverá a
manipularla. Será capaz de no ceder al influjo de las necesidades creadas por
la sociedad de consumo y tendrá pensamiento propio.
El primer paso para el control de impulsos es
reconocer que no todos los deseos pueden ser satisfechos, darse cuenta que los
sentidos engañan, que lo que parece imprescindible puede no ser necesario y que
hay que aprender a ser flexible para poder cambiar de objetivo y adaptarse.
El secreto es no vivir deseando lo que no se tiene, valorar
más lo que sí se tiene, lo cotidiano, las cosas pequeñas, prestar más atención
a lo que se hace y ser más agradecidos.
Malena Lede - Psicóloga
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