El Instinto Animal



Las primeras semanas de vida de un cachorro son de suma importancia para la formación de su carácter, para su actitud hacia sus dueños y para su propio desarrollo; porque lo que no ha llegado a aprender a lo largo de las primeras siete semanas de vida, nunca lo aprenderá.

Después de ese período es cuando los criadores venden a sus cachorros y a partir de ese momento sus dueños podrán enseñarle a hacer muchas cosas pero sus caracteres ya estarán formados.

A diferencia de lo que muchos se imaginan, el amor de un perro no pasa solamente por el estómago, porque si su dueño sólo se limita a darle de comer y no juega con él como hace su madre al nacer, varias veces al día, durante siete semanas, será en el futuro un perro huraño y esquivo, insatisfecho, poco amistoso y poco dispuesto a obedecer.

Será inútil si a las ocho semanas su dueño se esfuerce por jugar con él porque las cosas no podrán ser modificadas.

Cuando el perro no ha olido al hombre antes de sus siete primeras semanas siempre desconfiará de él, le tendrá miedo y hasta se podrá tornar peligroso.

Si un cachorro, entre las cuatro y las siete semanas sólo siente el olor de una sola persona, se sentirá unido sólo a ella y se mostrará inseguro y temeroso con otras personas, pero si ha sido acariciado durante ese período por muchas personas mantendrá una actitud amistosa con todo el mundo.

Si en la fase de domesticación el dueño del perro le acerca al cachorro un animalito cualquiera, el perro se une a estos animales con la misma fidelidad que a un ser humano.

Lo que se le de de comer a un cachorro en las primeras tres semanas, en las que comienza a comer alimentos sólidos, eso y no otra cosa será lo que acepte a lo largo de su vida. Un animal nunca come algo que no conoce y esta conducta es lo que los preserva de los envenenamientos. Pocas especies prueban otros alimentos en caso de hambrunas

La naturaleza ha proporcionado a los animales jóvenes un instinto que se desarrolla en los primeros días de su infancia que los lleva a aprender.

Este proceso no se relaciona con la inteligencia sino que queda impreso, grabado de manera permanente e indeleble en su memoria.

El instinto en el hombre permanece en el inconsciente, no está libre de él completamente como algunos creen y actúa en muchas situaciones.

En cuanto a lo que se relaciona con el nivel de agresividad, en un animal dependerá, entre otras cosas, de si en su edad juvenil tuvo que luchar más o menos para establecer su posición en la escala social entre sus congéneres donde pertenecía.

Los experimentos indican que las aves más agresivas fueron las que habían practicado la lucha y que además fueron encerradas en jaulas individuales.

Se puede inferir de acuerdo a estos resultados que los deportes agresivos no sirven tanto como se cree, como válvula de escape y lo que sí hace es aumentar el afán agresivo; y además la vida animal en comunidad, y no aislada, limita el afán de lucha de manera considerable.

Muchos animales aprenden algo que para nosotros todavía hoy en día es un misterio: la situación sobre el planeta tierra de su lugar de nacimiento. Se trata de las aves migratorias.

Las aves saben regresar al lugar de su nacimiento desde distancias enormes, los anfibios a su pantano natal, los peces a las aguas donde vieron por primera vez la luz y las tortugas a su playa.

El hombre ha mantenido por mucho tiempo el criterio de que el bebé que acaba de nacer es durante las primeras semanas o meses de vida, un ser provisto de puros reflejos que percibe los estímulos sensoriales en forma caótica y sin sentido. Esa creencia es falsa según gran cantidad de pruebas realizadas con recién nacidos.

Los seres humanos cuando nacen perciben impresiones sensoriales y las reconocen y como ocurre con los animales, estas impresiones producen importante influencia en su personalidad futura.

El niño en su primer día de vida posee un innato conocimiento de los rasgos del rostro humano y es al rostro donde dirige sus ojos cuando lo amamantan y no al pecho.

De la firmeza del lazo de unión entre una madre y su hijo que comienza en los primeros días de vida, dependerán en el futuro sus lazos sociales con otros seres humanos, su conducta en una comunidad, su equilibrio armónico emocional, su interés en las cosas y la madurez de su inteligencia.

En la actualidad, la frialdad de los sentimientos de las relaciones personales en la familia y en la sociedad puede tener su origen en esa falta de confianza original primaria que debe surgir entre padres e hijos en los primeros días de la vida.


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